ENTREVISTA REALIZADA PARA LA REVISTA CUENCA CIUDAD (CUENCA, 2018)
ENTREVISTA A DON GUSTAVO TORNER
Pudiera ser una calle más, angosta, como
tantas otras; de esas que penden sobre la hoz. Sin embargo, no lo es. Camino buscando
el punto indicado y me detengo donde creo que he de hacerlo. ¿Es este el lugar?
Elevo la mirada: quizá bajo esas ramas, quizá tras esas piedras… O no. Se abre
la puerta… ¿de qué? He aquí al hombre, he aquí al artista… Silencio, quizá sea
lo mejor... ¿Cómo hablar de lo que no es posible hablar? Frente a la tinta:
pigmento, frente a la letra: color, frente la palabra… ¿Cómo hablar cuando hay
tanto que…? Silencio. “Si quieres meditar, medita, pero…”, de arte lo mejor
es.., ¡y qué manía con querer encajonar las cosas!
Me ha emplazado en un jardín situado
en el Casco Antiguo de la ciudad y un jardín es un lugar donde la naturaleza,
en mayor o menor medida, está controlada, ¿qué tiene este jardín en particular?
Este
jardín lo he hecho yo. Era un lugar lleno de zarzas. Yo quería hacer un jardín
japonés incluso con la piedra, y tuve un libro precioso sobre el jardín japonés.
Este tenía un texto de un señor del siglo X acompañado de dibujos del siglo X y
fotografías actuales del jardín que se conservaba del mismo siglo, y tras
leerlo, me di cuenta de que no podía hacer un jardín japonés, deseché ese
criterio porque era todo muy previsto y complicado. Sin embargo, hice un viaje hace
ya tiempo, en el año setenta, a Japón, donde estuve tres semanas. En aquella
época no se quedaba entonces uno tanto en esos sitios, pero estuve diez días en
Kioto y diez en Tokio. Kioto es como una planicie, como un valle muy plano y
con las montañas a los lados. Estuve en un sitio que era el límite de la
ciudad, eso ya no era ciudad, era un pinar, y estaban barriendo el pinar, no el
jardín que llegaba hasta el pinar, sino el pinar y en este último barrían no
todo sino solo lo feo, si había una hoja amarilla bonita la dejaban, si había
una carcomida la quitaban, si había un palo roto lo quitaban… Entonces, tras
ver esto, ya estaba resuelto lo de Cuenca. Es un campo celtibérico a lo bestia,
pero peinado.
¿Se trata de plegarse a la
naturaleza, de dejar que la naturaleza se exprese e intervenir solo lo
imprescindible en ella?
La
naturaleza ha hecho lo que ha querido, se dejó un caminito, quizás un jardín, y
la naturaleza ha cegado el camino y ha abierto otro, y como había que
respetarlo, se ha dejado.
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Gustavo Torner, Blanco-verde oscuro, 1960 |
También citó una puerta que “antes
era gris y ahora es marrón”, ¿hay que intentar detener el tiempo o hay que
dejar que opere a su antojo?
La
puerta, que es de anticuario y originalmente era gris, si en algún momento ha
estado marrón ha sido a causa de los excrementos de las vaquillas y eso no
entra en el juego que yo preveía. El “hay que dejar” es ya una imposición, hay
que dejar plena libertad, que cada uno haga lo que quiera, sea un jardín
japonés…
Además, hay dos cipreses, un tipo
de árbol que se planta en los cementerios por tender hacia arriba, hacia lo
incondicionado, algo que está presente en sus obras.
Al
plantar los cipreses en este jardín se dio otro sentido especial, pero no hay
tras ello ninguna significación. El olmo ese que sube cinco pisos también lo planté
yo, delgadito. Y una piedra que era un lavadero sirvió de jardinera, había un
agujero en la piedra por lo que había una salida para el desagüe del lavadero,
algo que vino muy bien.
¿En sus cuadros de dos zonas o en
sus esculturas, como por ejemplo en la titulada La princesa y el dragón, que está formada por una especie de tronco
abrupto y una pirámide cristalina, está presente la naturaleza en sus dos
vertientes?
El
título de La princesa y el dragón lo
puso Bonet, y eso quiere significar la razón y la sinrazón o lo irracional.
Pero yo me niego rotundamente a explicar nada de obra alguna que yo haya hecho
porque si tengo que explicarla es que me ha salido mal, es la obra la que tiene
que explicar, no yo. Además, la obra tiene parte de razonamiento y parte de
intuición y yo no soy consciente de la intuición, no la puedo explicar.
¿Dónde está el límite del hombre?
A
mí no me gusta hacer filosofía.
Francisco Calvo Serraller dijo de
usted que era un clásico dentro de la modernidad pero también se dice que es un
romántico disfrazado de frialdad, ¿qué decir de eso?
Puede
ser que se deja salida a la parte que hemos mencionado antes del inconsciente.
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Gustavo Torner, La princesa y el dragón III, 1991, Espacio Torner |
¿Por qué para usted el siglo XX
fue un siglo romántico?
Yo
he podido decir eso de Nueva York, pero ha sido porque cuando se hizo Nueva
York era como una cosa desmedida, romántica y a la vez racional porque estaba
hecho todo estupendamente, bien calculado.
Sus obras parecen formar parte de
una misma preocupación, ser una continuidad. Para mí todas ellas son paisajes
que incluyen tanto lo que vemos como lo que no vemos.
Por
aquí tengo un libro cuyo tema es la evolución que a todos nos han explicado,
pero no la de los dinosaurios que son como de anteayer, sino la de las partículas
elementales antes de organizarse, las estrellas etc., una evolución que hace
que en este momento haya personas que se preocupan por la belleza aunando la
evolución de las estrellas con la preocupación por la belleza.
Primero capturó la naturaleza en
las láminas de botánica, luego en fotografías como las que se han expuesto en
la Casa Zavala, después hizo Roca,
los cuadros de dos zonas… ¿Sigue teniendo interés por penetrar en la
naturaleza?
Yo
creo que no hay más que naturaleza, un automóvil es naturaleza, los elementos,
el hierro, el acero, etc., la naturaleza más o menos transformada por la mente
que es también naturaleza.
¿Podría describir la naturaleza y
los cielos de Cuenca?
Yo
empecé a hacer paisaje realista y, cosa rara, se da en Cuenca que el paisaje en
lugar de tener un predominio horizontal tiene un predominio vertical, si te
acercas y te pones cerca obtienes Roca.
También surge Cuadro de área restringida,
donde el tema que se reproduce tiene el mismo tamaño que el de la
reproducción en el cuadro y es naturaleza.
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Gustavo Torner, Firmamento-Tierra, 1957 |
¿Hay algún paisaje en especial con
el que identifique su infancia?
Los
paisajes pueden interesar para vivirlos, artísticamente no me interesan nada.
Yo he estado siempre aquí. He dado la vuelta al mundo, he viajado bastante,
pero no.
Parece que sus años de niñez y
juventud no fueron fáciles, ¿verdad?
Me
acuerdo del día de la instauración de la República y luego de la guerra,
complicado, complejo y difícil, más vale no hablar de ello. Ahora, por la edad,
sin querer, te vas acordando, pero nunca he pensado en general hacia atrás.
¿No es una persona nostálgica?
Nada
de nada.
Su padre y su abuelo eran
científicos, ¿no es así?
Era
ingeniero de montes y antes mi padre fue profesor de física, de mecánica, de la
física de Newton, no de esta de ahora. Escribió un libro que está por ahí
dentro y hubo varias ediciones. Y su padre era matemático puro, era militar
pero escribió un libro de captura integral.
Y usted, además, es ingeniero
forestal.., ¿qué tienen en común la ciencia y el arte?
Que
ambos, la ciencia y el arte, están hechos por la persona, que su autor es el
mismo, el ser humano.
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Gustavo Torner, Monumento al VI Congreso Mundial Forestal, 1966, Sierra de los Barrancos, Tejadillos (Serranía de Cuenca) |
¿Qué importancia tiene la música,
que a la vez es ciencia y arte, en su vida?
Hay
textos de arte por ahí que dicen que todo arte pretende ser música, forma pura;
pero en la música aunque se hable de que estamos ante un paisaje o una tormenta
se nota que es música, puede aludir a ello, pero reproducir, jamás.
Hay pintores abstractos como
Kandinsky en cuya obra está presente la música…
¿Si
un cuadro es válido porque pones dos manzanas, por qué no pones las dos
manzanas de verdad y quitas el cuadro? Y si pones el cuadro, entonces lo
importante no son las manzanas, son las proporciones, los colores… El arte abstracto
lo que hace es quitar las manzanas para no engañar. Es el arte como arte porque
el arte tiene muchas facetas. Para muchos, por ejemplo, en el arte antiguo,
como es figurativo, no importa el arte como arte sino lo que figura, cómo van
vestidos los personajes, cómo son las calles…, pero eso no es el arte, es el
tema del cuadro, que es otra cosa.
¿Qué opina de las palabras de Worringer
cuando dijo que en aquellas épocas en las que el ser humano se había sentido
más perdido en medio de su entorno es cuando había tendido hacia la abstracción?
No
me gusta la Historia del Arte, confunde a casi todo el mundo, una cosa es la
Historia del Arte y otra cosa es el arte de la historia. El arte de la historia
son todos los objetos de arte que ha habido y, como dice Eliot, cuando el
artista se dispone a hacer una obra de arte, en su cabeza y memoria, está como
aplastado por todo lo que ha sido; el punto de referencia es todo lo que ha
sido, y cuando termina la obra el punto de referencia ha cambiado porque está
la obra que acaba de terminar, lo que ha añadido. Pero lo importante son las
obras, no la historia; a mí que me diga un historiador por qué Picasso pasa de
la época azul a la rosa, es que me da lo mismo, o por qué se pasa del románico
al gótico, es que me da igual, lo que me interesa es que haya un edificio
románico o un edificio gótico, pero el por qué se ha pasado de un estilo a otro
me resulta indiferente, no me interesa nada.
Pero sí ha afirmado que Mondrian y
Duchamp cruzaron la puerta de la modernidad, ¿por qué?
Porque
Mondrian es el primero en toda la Historia del Arte o arte de la historia que
hace que un ángulo recto pueda ser una obra de arte; ni siquiera los egipcios,
que podían en la arquitectura acercarse, lo hacen. Eso no lo hace nadie más que
Mondrian. Ni si quiera lo hace Picasso,
que abrió una puerta y no la cruzó, él era suficientemente inteligente para
darse cuenta de que no quería cruzarla porque veía los peligros del otro lado y
se quedó sin cruzarla después del cubismo pintando arlequines, que los hacía
muy bien, pero eso es otra cosa.
Sin embargo, sin Picasso no se
entiende nada de lo que sucedería después en el arte, ¿verdad?
Mondrian
es paralelo a Picasso, no es después de Picasso, el concepto pictórico de
Picasso era renacentista, sus temas están en el centro del cuadro, como la Virgen
con el niño, solo que le ponía el ojo en la mejilla, pero con gran imaginación.
Gustavo Torner, Alfa y Omega, 2005 |
Si
es que todo el arte a la vez es abstracto porque en un cuadro figurativo
tradicional una señora gorda es un plano, no le puedes dar la vuelta; vuelves
el cuadro del revés y no le ves la nuca. El equívoco está en dos letras: “re”-presentación,
pasar de la representación, que es la del arte figurativo, al arte abstracto,
que es presencia, un cuadro que no está en función visual de otra cosa visual que
existe fuera del cuadro.
¿Y sería correcto afirmar que su
abstracción es realista o que es en verdad realismo al surgir de un
acercamiento extremo a la naturaleza?
No
sé lo que es la realidad.
¿Cuándo se habla de usted como uno
de los integrantes del “grupo de Cuenca”, qué opina?
No
hubo “grupo de Cuenca”, lo que ocurrió es que unos pocos pintores, Fernando
Zóbel, Gerardo Rueda y alguno más, estábamos de acuerdo en algo: en que
estábamos en contra de los que decían que había que hacer tal cosa para ir a
corriente con la pintura de vanguardia. Opinábamos que hay que dejar libertad,
después, saber si algo es bueno o malo no se puede demostrar, y como he dicho
en otras ocasiones, no sabemos lo que es el arte, no se puede medir, no se
puede demostrar que una cosa es mejor que otra.
¿Entonces, la valoración del arte
es totalmente subjetiva?
No,
digo que no sabemos si el arte tiene reglas y si se ha hecho con otras reglas
no se puede medir; tú puedes medir el diámetro y la altura de esta mesa, puedes
describirla exactamente, pero en el arte no se puede distinguir nada porque hay
muchos elementos físicos de los que ni siquiera eres consciente. Además, un
arte que ya se conozca del todo es malo, porque el arte bueno es el que siempre
está revelando cosas.
¿Cuál es la última obra en la que
ha estado inmerso trabajando?
Con
la última obra llevo diez años y es pre-escritura, es antes de la escritura, no
sabes ni hablar, es consciencia de que no sabemos…
¿Es como retroceder a una especie
de estado infantil?
Puede
servir de metáfora; el nombre de “pre-escritura” me lo dio un amigo profesor
que explicaba a Platón en griego y sabía nueve idiomas. Eso es equivalente al
balbuceo de los niños, que oyen las palabras y dicen palabras que no son
palabras pero tienen un ritmo, un sonido y quieren articular una cosa pero no
saben qué cosa ni cómo decirla.
¿Hay algo del espíritu del Informalismo
en usted?
Es
que eso de Informalismo... El libro, un texto preciso y precioso que está
agotado, La pintura de Gustavo Torner,
de Juan Eduardo Cirlot, empieza describiendo los cuadros y termina poéticamente.
Él hizo una invitación, porque no había catálogo en la Galería Biosca, con
frases un poco heideggerianas como la de: “la nada que nadea a la presencia”, ¡eso
es en el año sesenta y uno!
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Gustavo Torner, Gris roto con circunferencia, 1966 |
Hacia el año sesenta y cinco el
Informalismo entró en crisis y se introdujo en la pintura la geometría, algo presente
en algunas de sus obras…
Es
que a mí esas cosas de Historia del Arte me resbalan y en el arte moderno me
resbala más todavía porque ya no es historia, es periodismo de arte. Yo tengo
una colección bastante buena en cantidad y calidad de libros sobre arte y he leído
poco, sí visto con mucha atención. En
cambio, tengo treinta libros sobre Stravinski y me he leído los treinta.
¿Por
qué le interesa tanto Stravinski?
De
lo único que tengo todo es de él. Sobre Stravinski me he leído bastante de lo
que tengo. Entiendo lo que se puede entender, yo no sé música pero creo que me
doy cuenta de cuando aciertan más. No engañar es algo que tiene que hacer el
arte, que es indecible, como la música, que lo es más aún. En Stravinski, sobre
todo en el último Stravinski, lo que se aprecia es la inteligencia, pero para
tener esa inteligencia de combinar tantas cosas tiene que haber sensibilidad y
muchísima información para captar que existen esas cosas.
¿Entonces, lo importante es cómo
se combinan las notas, los colores…, las combinaciones?
No
solo cómo se combinan los elementos sino el resultado de la combinación, es
decir, la obra de arte.
¿Qué opina de ese Nuevo Humanismo que
surgió a mediados de los sesenta en España en el ámbito de la abstracción
geométrica, es decir, del Arte Normativo?
A
mí me escribió un político que no me conocía para que yo le recomendara cosas
de arte. Vivía entonces Fernando y decía: “¿Y por qué no me escriben a mí? Le
contesté que no se podía recomendar nada de arte, que únicamente, como era la
época de la Transición, había tanto jaleo político y había mucho cuadro de
mucha boca abierta y mucho diente y mucho puño, -citando una frase de Ortega-, que
“no confundiera la expresión del dolor con el dolor doliendo”.
¿Y qué diferencia hay entre ambos?
La
expresión del dolor es un cuadro, unas formas, y el dolor doliendo es el grito,
el de la persona.
¿Sin embargo, eso es lo que
expresaban en sus obras Antonio Saura, Manolo Millares..., no?
Claro,
pero es que cuando ya ha pasado el momento, se vacía todo eso y solo quedan las
formas. A mí en el arte no me interesa la coyuntura.
¿Entonces, para usted por un lado
va el arte y por otro lo que sucede en la sociedad? ¿El arte tiene que ser
autónomo, es decir, no estar subordinado o al servicio de nada?
Sí,
a mí para hacer arte no me tiene que mandar nadie. El arte también sucede en la
sociedad. Quizá pueda ser la unión de dos libertades, la del autor y la del
espectador.
¿Ni si quiera ha de estar
determinado por el propio dolor o angustia vital en un momento determinado?
El
arte no es adecuado para resolver esos temas.
¿Por qué le interesan los presocráticos,
Heráclito, por ejemplo, quien decía que todo estaba en un continuo fluir y
movimiento?
Yo
he hecho el Homenaje a Heráclito en
una carpeta, y serigrafía sobre Parménides. Es una imagen potente la de la
diosa que atraviesa la puerta y la puerta separa el día de la noche. Es una
imagen tan poderosa, dicha y pensada, que tiene muchísima potencia.
Gustavo Torner, La rectitud de las cosas, XXVI, 2004, Espacio Torner |
Se dice que en sus esculturas hay un
equilibrio entre fuerzas opuestas, entre contrarios, tensiones continuas, ¿es
así?
Las
esculturas, en general estas últimas de La
rectitud de las cosas, con un título irónico, están compuestas por un rectángulo
en el que la sección es cuadrada, es decir, por ángulos rectos, todo son
ángulos rectos que se yuxtaponen a otros ángulos rectos, unos apoyando sobre otros,
y el conjunto que surge es un caos. Hay que tener mucho cuidado con la razón si
no es total.
¿Qué les diría a aquellos que no
terminan de comprender el Monumento a la
Constitución de la Plaza de Mangana?
La
gente confunde comprender con verbalizar. Yo sospecho que una madre con un niño
que se le pone enfermo a la mitad de la noche tiene unos sentimientos tremendos,
pero, ¿sabe verbalizarlos? Está clarísimo lo que siente por él.
¿Cree que el arte es hijo de su
tiempo, como decía Baudelaire, o que va por delante de su tiempo?
Hijo
de su tiempo desde luego no, o va a la vez o va por delante, a mí no me importa
el arte como cosa, me puede interesar el arte de otros como arte, pero por ser
reflejo del tiempo no me interesa absolutamente nada.
Dice que sus obras no hay que
explicarlas, que hay que dejar a la mirada libre y que la verdadera obra de
arte siempre está revelando secretos, ¿que revelan sus obras?
La
palabra secretos sugiere demasiadas cosas, pero es que no me gusta hablar de
arte y por eso intenta uno hacer arte. Como digo en el discurso de la Academia,
el arte no se puede explicar, no se puede medir, no se puede valorar, pero a la
vez tiene una poderosa presencia.
¿Y cuál es la función del arte?
La
expresión inútil de lo más excelso de la humanidad.
¿Qué expresan las vidrieras
abstractas que realizó para la catedral de Cuenca?
Pueden
ser simbólicas, pero no abstractas. El obispado aconsejó que tuviesen tema y yo
elegí como pretexto para hacerlas el de la creación del mundo visto desde el Big
Bang, sin pretender que haya que creer o que no creer en algo; es un pretexto
para hacer las vidrieras.
Pero ese es un tema que está
relacionado con el de toda su obra, el de la configuración del mundo, tanto el
que vemos como el que no vemos, ¿no?
Es
que yo no podría hacer una cosa que no esté en mí porque lo hace la misma
persona; yo no podría hacer un Saura o un Millares, que eran grandes amigos. Las
vidrieras lo que no son es naturalistas, pero tampoco son abstractas. En el
arte del Palacio de Justicia de tantos lugares de Europa hay una señora con los
ojos vendados y una balanza, ¿es el retrato de la Justicia?, es el símbolo de
la Justicia, pues algo parecido ocurre con las vidrieras.
Gustavo Torner, Tristeza, 1986, Espacio Torner |
¿Su escultura denominada Tristeza, que está en el Espacio
Torner, también es una obra simbólica?
Eso
está clarísimo, Máximo, el dibujante que tanto utilizó en el diario los obeliscos
para aludir al poder, al verla en la exposición del Museo Reina Sofía, me dijo:
“¿Y cómo has hecho una cosa tan triste?” Se acercó y vio la etiqueta de
“Tristeza”. “Triste” lo dijo él, no yo, y hasta supo ver, entre otras cosas, que en el
obelisco más alto las soldaduras de las esquinas están lijadas y en el pequeño
no porque la tristeza produce cansancio; de todo eso se dio cuenta mirando…
¿Y para usted ese fluir de la
vida, ese movimiento también evocado en la obra con las traviesas de
ferrocarril, produce tristeza?
Esto
se está queriendo parecer a una confesión. Me niego rotundamente, ¿suprimen las
confesiones con los curas y vienen para escribirlas en un periódico?
¿No le interesa que le conozcan a
usted a través de sus obras?
No,
personalmente no me interesa absolutamente nada, no me gustan las
inauguraciones ni siquiera de mis exposiciones y no me gusta el juego tan
corriente en el arte de la publicidad, del marketing.
Y sin embargo a usted se debe que
el Museo de Arte Abstracto se encuentre en Cuenca…
Cuando
yo le planteé a Zóbel hacer el museo en Cuenca -no podía hacer lo de Toledo-,
la amistad que yo tenía con Zóbel era de un cuarto de hora anterior, nada más. Pero
Fernando Zóbel entendía todo.
¿Qué recuerda de aquella época de
la creación del museo?
La
maravilla de todo aquello fue conocer a Fernando Zóbel y ser amigos durante veinte
años. Tenía una poderosa personalidad, especialmente en el ámbito cultural. Cuando
se hizo el primer Sputnik, que es el primer satélite artificial, lo primero que
se le ocurrió decir no fue “qué raro, qué bonito o qué feo”, sino: “qué arma
para la guerra, como los estribos en los caballos de los bizantinos”. Unos
invasores de Bizancio del siglo VI inventaron los estribos y con ellos liberaron
los brazos para la guerra, y entonces a Zóbel lo que se le ocurrió en relación
con el Sputnik fue lo del estribo. Los puntos de referencia para lo que
estábamos hablando eran, en extensión, el mundo entero, todas las culturas, y
en tiempo, todos los tiempos. Nunca fue a Grecia, pasando por encima de ella
todos los años. En Egipto tampoco estuvo nunca... Yo creo que le daba miedo
encontrarse fragmentos, fragmentos demasiado lejanos culturalmente en Egipto o
fragmentos turistizados.
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Espacio Torner, Convento de San Pablo, Cuenca |
¿Con qué actitud tenemos que
acercarnos al Espacio Torner en el
Convento de San Pablo?
Dejándonos
libres. Una cosa del Espacio Torner es
la instalación eléctrica de la luz. No se ven los focos de luz. En España no
hay museos así porque se ve el aparato tecnológico de los cables, etc., lo que
hace que no haya unidad entre la obra y el entorno. La mayor unidad entre el
arte actual y el antiguo es lo más importante.
¿Su Espacio pretende ser como un templo que invita a la meditación?
Si
quieres meditar, meditas, pero hay un riesgo de confundirlo con el de la Capilla
Rothko en Houston, que está hecha para meditar, y no, mi espacio no está hecho para meditar en el sentido religioso de la palabra,
no está concebido en este sentido.
¿Y en qué sentido se concibió?
Yo
no fui el que tuve la idea de hacerlo, ni lo quise hacer, ni intervino nadie de
Cuenca en hacerlo. Se hizo por parte del ministerio porque yo había regalado
cerca de setecientas obras al Estado español, depositadas en el MNCARS. El
ministro de cultura fue quien me llevó a hacerlo y valoró lo que yo regalé. El
mismo ministro me dijo: “Es una pena que tú, habiendo colaborado empujando a Fernando
a hacer el museo y habiendo donado las esculturas del monte y de la Constitución
al Ayuntamiento, no tengas nada en Cuenca”.
¿Qué futuro desea para el Espacio
Torner?
No
quiero un futuro, quiero que exista. El director de la Fundación Juan March me
dijo una vez: “Gustavo, no compares, porque los niveles culturales de España
son tan bajos que con cualquier cosa que hagamos podemos quedarnos tranquilos y
contentos pensando que lo hemos hecho muy bien aunque quizás no lo hayamos
hecho tan bien; nosotros tenemos que ser siempre punta de flecha”. Es decir,
que lo que quiero es que exista. Espero que el Espacio Torner continúe como una
forma de relacionar la obra de arte y personas, presente y pasado, todo en gran
unidad.
¿Qué ha supuesto para usted que el
pasado año el Ayuntamiento de Cuenca lo declarara “Año Torner” y le otorgase el
Cáliz de Oro?
Siempre
es agradable que se acuerden de uno y de agradecer.
¿De esta revista, impulsada por el
historiador y cronista oficial de la ciudad, Miguel Romero Saiz, qué opina?
Creo
que cualquier cosa que se haga, si se hace bien, está bien hecha. Es como nos decía
el gran pintor Motherwell, que estuvo en Cuenca, “la insistencia en la
excelencia”. A mí lo que no es excelente no me interesa y lo que es excelente
me interesa en cualquier parte.
¿Y en qué consiste la excelencia?
Es
lo mejor. Tomás Marco, el compositor, tituló con mi nombre un cuarteto perfecto,
corto, que se estrenó en París en el Museo Guimet de Arte Oriental. Fue todo
precioso. Estaba Zóbel al lado, me dio un codazo y me dijo: “Esto no parece
música moderna, parece simplemente música”.
Por MARÍA FRAILE YUNTA
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