Colaboraciones en revistas especializadas y periódicos realizadas entre 2011 y 2019 por María Fraile Yunta, historiadora del arte y periodista cultural especializada en arte español del siglo XX

lunes, 30 de enero de 2012

¿Y qué es el arte?

     Los minutos pasaban y la respuesta se hacía esperar. La pelota danzaba de un dedo a otro sin que hubiera uno solo que ostentase la razón. ¡Pero qué ilusos! ¿Quien si no el Tiempo decide donde está el arte? decía uno. No hay autoridad que lo rebata. ¿O sí? Así es el arte. ¿Pero acaso el arte está en algún lugar? ¡Cómo saberse si va por delante del Tiempo! ¿O es hijo de su tiempo? Igual da. Sea el Tiempo o no quien lo revele, tal vez injustamente, pero sin más remedio si es que va por delante, no se sabe lo que es.

Quizá sí donde está pues puede que en la retina cuando se proyecta sentimentalmente. ¿Pero y cuando no lo hace? A veces provoca pavor. Con frecuencia es feo. ¿Y la fealdad puede ser bella? El arte puede ser feo. ¿Pero el arte no es belleza? Para un barroco un pomposo retablo era bello. Para un suprematista lo era un cuadrado negro sobre blanco. Y Para Marinetti, un automóvil rugiente. ¿Acaso es más bella la Victoria de Samotracia que un vehículo escupiedo humo?

Como diría Umberto Eco, la belleza es relativa. Lo que a un alemán de principios del siglo XX le parecía bello, a un griego del siglo V le parecería un espanto. Y sin embargo ambas cosas pueden ser arte, sea feo lo bello o bello lo feo. Porque el arte no se rige por el paradigma de la belleza. Ni siquiera de la imitación, pues hace mucho ya que el “Ut pictura poesis” de Horacio fue suplantado por el “Ut pictura music” de Kandinsky y Klee. Y es que un entrañable paisaje tomado del natural puede ser arte o no serlo, y un intenso color plano sobre un fondo aséptico también. Es lo mismo que la música, tal y como una melodía sin letra.

¿Y entonces qué es el arte? Quizá revele cosas de la época que lo engendró o, por el contrario, de aquella que ha de llegar. Quizá desvele aquello que el alma aguarda. Quizá niegue eso que la realidad afirma. Y, sin embargo, seguimos sin poder definirlo. Porque quizá el arte no exista. Porque quizá únicamente habite en la mente de aquel que escuche los ladridos de un perro hundiéndose en el fango, el clamor del agua de una bañera teñida de sangre, el vocerío de una muchedumbre con el ánimo enloquecido... Pero la ilusión existe y el arte, si es una ilusión, forma parte de la realidad. Por lo que el arte existe.

Y es por ello por lo que es justo que sea atendido.