Luis Buñuel y Salvador Dalí, Un perro andaluz, 1929 |
Un
ojo rasurado por la mitad por una navaja que no parece compadecerse de la vida
que transcurre ante el mismo, nos lleva directamente a interesarnos por aquella
materia caduca que subyace detrás. Por aquella materia caduca que sucumbe ante
los dictados de la mente, ante los dictados de un subconsciente que no es sino
la verdadera pupila para observar el mundo. Pupila infranqueable y volátil como
el mismo viento, que va y viene ante el poder evocador de las imágenes que
surgen de su propio sueño: feliz momento en el que el ojo humano no necesita
abrirse para interpretar el mundo.
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