Me duelen
los ojos.
El viento seca mi globo blanco hasta deslizar sus gotas insípidas
sobre mi arrugada piel.
¿Y qué puedo hacer?
Me duelen
los ojos.
El viento seca mi globo blanco hasta fundir
sus gotas insípidas
sobre mi abultada piel.
Me duelen, ¡me duelen los ojos de no cerrarlos!
crujiendo
del escozor mi cartílago desmembrado, resquebrajado.
Mis ojos son
verdes, ¡sí! como la piedra del caballo del río,
como la esmeralda, como el
cabello que puebla mi rugosa cabeza.
Porque mi
cabeza es rugosa, cual la de una calvicie con injertos de pelo verde,
rizados,
que se empeñan en poblar mi rostro mutilado.
¡Porque mi
rostro está mutilado!
No puedo
hablar, me duelen los ojos,
el
viento seca mi globo blanco, lo único a salvo en mi rostro amputado,
que ni
habla, ni escucha.
Me duelen, y
me duelen, ¡y me duelen los ojos!,
prisioneros de mi arrugada piel gris, y
blanca, y verde,
como la piedra de ese maldito caballo, que cautiva a todo
aquel que, desdichado de él,
quede encantado en medio de esta, mi rugosa piel.
Firmado: Los
ojos de la mora
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