Colaboraciones en revistas especializadas y periódicos realizadas entre 2011 y 2019 por María Fraile Yunta, historiadora del arte y periodista cultural especializada en arte español del siglo XX

domingo, 28 de abril de 2013

Cabeza del Cristo Amarrado a la Columna de Carrascosa del Campo

    Recuerdan los más mayores que el hornero se negó a que, como una ofrenda al propio diablo, se asase esa cabeza sagrada en su asador, sumándose a las cenizas de todas aquellas tallas que habían caído presas de una especie de conjuro, pero no corrió la misma suerte el resto del cuerpo tallado que, emanando aún mayor dolor, hizo que sus llagas pasasen a horadar la memoria de un pueblo que aún recuerda cómo una de sus tallas más valiosas quedó mutilada para siempre.

No es que esa bella talla no pudiese ser ya reparada, pero se hizo del todo imposible que fuese acompañada alguna vez más de ese cuerpo de madera que, si lo que se dice es acertado, salió de la mano del escultor murciano Francisco Salcillo (1707-1783), seguidor en el siglo XVIII de la tradición imaginera que a tan altas cotas había llevado Gregorio Fernández en el XVII haciendo de la talla de imágenes procesionales de La Pasión una de las expresiones más genuinas del arte español.

Hablamos de la imaginería procesional española que, con antecedentes en el siglo XVI, cobró esplendor en el XVII, durante el Barroco, en Castilla la Vieja, y se perpetuó, aunque cediendo en dramatismo, en el XVIII en Murcia, pero también, de esa cabeza que, habiéndose librado de las llamas del hornero allá por los años treinta del pasado siglo, hoy reposa sobre un cuerpo de escayola que alberga una de las hornacinas del ala norte de la Iglesia de la Natividad de Nuestra Señora de Carrascosa del Campo: el de Cristo Amarrado a la Columna.

No ha de darse por cierto sin más aquello que se ha ido transmitiendo de forma oral a lo largo del tiempo si no se halla confirmación documental, pero hay ocasiones en las que no sólo la calidad de una obra de arte hace que pueda concederse cierta credibilidad a algo así, sino también, la casualidad o capricho del destino hasta hacer que cobren fuerza afirmaciones -en este caso atribuciones- cuya veracidad de otro modo caería en mayor medida en entredicho.

Hay quienes, sin menoscabar su gran valía artística, han señalado que la cabeza mencionada pudo salir del taller de un imaginero castellano y no de la mano del escultor Francisco Salcillo, como siempre se ha sostenido, pero lo cierto es que la expresión del rostro de la misma muestra un dolor contenido, quizá, pese a su carácter sufriente, más que el que mostraría el de una talla procedente de un taller castellano, y también, que la casualidad, como ya hemos señalado, hace que la atribución mencionada cobre un sentido especial.

Junto la autoría de Fracisco Salcillo de esta talla de Jesús Amarrado a la Columna, de la que en la actualidad únicamente pervive la cabeza, se ha transmitido que el imaginero que la realizó la hizo a semejanza de otra cuyo autor al realizarla escuchó: “Con qué ojos me miraste que tan bien me imitaste”, y cuál es la sorpresa al comprobar que J. Delfín Val y F. Cantalapiedra en su libro sobre Semana Santa en Valladolid, pasos, cofradías imagineros, sostienen que Gregorio Fernández, quien en el siglo XVIII fue imitado por escultores como Francisco Salcillo, cuando estaba realizando una de sus imágenes de Jesús Amarrado a la Columna, escuchó las mismas palabras.

No entro a valorar la veracidad de las mismas ni del suceso en cuestión, pero sí a decir que, si nos atenemos al valor de esta bella talla y a la coincidencia entre el mensaje transmitido a lo largo del tiempo sobre la misma y el difundido por los historiadores mencionados sobre Gregorio Fernández, cabe la posibilidad de que fuese Francisco Salcillo quien realizó en el siglo XVIII la imagen de Cristo Amarrado a la Columna de Carrascosa del Campo, y de que además, lo hiciese a semejanza de otra de ese gran imaginero que fue Gregorio Fernández, siendo por ende el autor de esa bella cabeza que antaño se libró de arder en el horno y que podrá recorrer un año más, y otro, y otro, y otro…, el día de Jueves Santo, las calles del pueblo haciendo que esas palabras procedentes del cielo resuenen en el corazón de todos aquellos que alcancen a contemplarla.

PUBLICADO EN CUENCA CULTURA EL 27 DE MARZO DE 2013


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